miércoles, agosto 10, 2005

DISCURSO BUFFALO'S AWARD 2004

Por primera vez en todos estos años tengo bastante claridad respecto de cómo empezar este discurso de apertura, sin embargo no me sale. ¿Será que entre la dicotomía de mis buenas nuevas y las malas horas de otros no doy con el adjetivo adecuado?, ¿será que en realidad nada es tan malo ni tan bueno, y que sé yo...que así es la vida?, ¿será qué entre tanta mala memoria nos hemos olvidado de uno que otro año bueno?. No tengo las respuestas, apenas las preguntas, así que vamos por partes. Bien se sabe que no creo en nada, para empezar no creo en mi, pero no como una zancadilla a la autoestima, sino más bien como una manera de mantener un cable a tierra. No digo nada nuevo, bien se sabe – repito – que toda creencia parte por la negación del yo, y Yo no estoy para salidas de madre. No creo en la fuerza bruta, más bien en la bruta fuerza. No creo en la inteligencia como forma de vida, ni en el intelecto como mecanismo de defensa. No creo en la estupidez orgullosa como analgésico del agotamiento. No creo en la lógica utilitaria cuando de corazones maltrechos se trata la cosa. No creo en Dios, disculpen si soy majadero. No creo en ángeles predicadores justo cuando me duele lo que nunca antes me había dolido. No creo en lo que oigo así no más como viene. No creo en la acrobacia del que nunca queda mal con nadie, aunque las más de la veces sea yo mismo. No creo en el sufrimiento útil, siempre se puede estar peor. No creo tener respuestas adecuadas para no creer, sólo tengo la certeza de que la memoria puede ser el testaferro de la mala fe. La que nos obliga a guardar las pequeñas buenaventuranzas para las uvas y el champagne, cuando debiéramos celebrar a cada rato y no en cada muerte de obispo. Así que los invito a celebrar. Celebremos que todavía podemos hacer y deshacer el amor. Celebremos que la risa aún nos deja entrar en su casa. Celebremos que hay alguien en el mundo que piensa en nosotros. Celebremos que nadie nos ha quitado la posibilidad de besar a nuestros hijos. Vamos a celebrar que alguna vez Don Jorge Roubillard compartió sus vinos con nosotros. Celebremos también nuestras pobres vanidades como una forma de quitarles el aire. Vamos a celebrar que Doña María Angélica Rouret dejó en su hijo la risa como remedio infalible. Celebremos nuestras cobardías y nuestros desamparos hasta que se desangren . Vamos celebrar que Don Rafael Fernández se las sabía todas y jamás se le notó. Celebremos cada torpeza, cada mezquindad a ver si las dejamos en evidencia. Vamos a celebrar que Harry Williams se ríe de nosotros con profundo cariño. Celebremos nuestras maldades, nuestras falsas lágrimas a ver si se nos caen encima. Vamos a celebrar que Don Marcelo Malbec supo dejar su medio pollo. Celebremos los prejuicios, los malos hábitos hasta que nos de vergüenza. Vamos a celebrar que Doña Marta Uriarte todavía cree que el Laly es una joyita. Celebremos cada ofensa, cada herida hecha con rencor hasta que duela tanto como mascar una piedra. Vamos a celebrar que Doña Gabriela Ballacey aún quema el pan todas las mañanas. Celebremos que siempre podemos hacerle la vida imposible a alguien, a ver si se rompen los espejos. Vamos a celebrar a Don Eugenio Barros porque sí, así sin más. Celebremos que en horas inciertas tú eres mi hermano del alma realmente el amigo que en todo momento y jornada estas siempre conmigo. Que aunque eres un hombre aún tienes el alma de niño, aquel que me da su amistad su respeto y cariño, y no cambias por duro que sean los tiempos. Tú eres realmente el más cierto en horas inciertas y me dices verdades con frases abiertas. No preciso decir todo esto que te digo, pero es bueno sentir que eres tú mi gran amigo. Vamos a celebrar de una vez y para siempre con los abrazos que cada año nos debemos.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Desde ya les pido mis disculpas a los Buffalos Mojados y en especial a Carlos, por meter mi cuchara en algo de lo que no sólo no soy parte ni he sido invitado, sino en que además me permitiré descontextualizar el asunto central de esta entrada (pero les prometo que será sólo un poco).
Lo que pasa es que no pude evitar emocionarme por el hecho que Carlos (y no tengo antecedentes para creerlo, pero me da la impresión que por su intermedio puedo imaginar que el resto de los Buffalos también), a un buen tiempo ya de su ida, se permita recordar y ofrecer una celebración (que espero haya sido con el correspondiente brindis de rigor) por el recuerdo de mi abuelo Jorge. Por eso, sólo quería agradecerles por esas breves líneas, por acordarse de ese viejo lindo y cascarrabia, por guardar esos momentos con ustedes después de tantos años de ocurridos (perdonene que se los recuerde) y en especial por recordarlo en el contexto general de lo que propone Carlos.
Nuevamente pido se comprenda mi intromisión.
Les saluda a todos los Buffalos,
un nieto orgulloso y agradecido