jueves, enero 29, 2015

Solo Bombas

La mamá de mi vecina huele a pólvora y dicen que en la vereda de enfrente a uno que me mira por la ventana le faltan los brazos acá solo a mi hermano mayor le falta algo es que ya no queda nadie más en las noches huele a hueso quemado debajo de mi cama pero en la casa de al lado es peor huele a sangre añeja y comida podrida no sé muy bien cuál es la razón de porque solo quedamos pocos en el barrio tal vez será que en otro lado habrá agua y dulces y todos se fueron para allá mi hermano sale en las mañanas a preguntar no sabe qué pero pregunta la mamá de mi vecina me da pan y unas revistas viejas para que pase el día me dice que mi hermano no saca nada con saber que a nadie le importa mucho yo creo que no es cierto a mi me importa porque hace poco eramos hartos en la casa y ahora solo está mi hermano y yo a él le falta una pierna el niño que me mira por la ventana sigue ahí yo creo que tiene hambre y miedo pero no me atrevo a cruzar la calle mi hermano me dijo que no salga por eso la mamá de mi vecina viene y me hace cariño en la cabeza ayer fue mi cumpleaños y no había nadie ni regalo ni torta salvo unos fuegos artificiales que cruzaban la ciudad yo quería creer que eran para mí pero yo sé que no son para mí son solo bombas.

sábado, diciembre 06, 2014

Dizque

Dizque la luna venía saliendo del ojal de tu impermeable cuando los gritos se hicieron más evidentes y el frenazo nos dejó pegados al parabrisas eso fue lo que me escribieron en la palma de la mano los hijos de la vecina gorda con la birome que me trajiste de Ushuaia esa vez cuando la pena te trajo de vuelta y no te salía la voz al pedir la copa de vino que alguna nos tomamos borrachos de húmedos labios en la cama donde acabábamos de hacernos el amor y tus piernas aún descansaban encima de la mías que eran un nudo de nostalgias ordenadas como asiento contable en la mirada del amor que se fue a comprarte la luna y una nueva sonrisa.

jueves, mayo 29, 2014

Contra reloj


No me alcanza el tiempo
para no amarte
a destajo y a lo bruto
no quiero que se me llene
la barba de migas
y que los ojos se me pierdan
entre caras que no conozco
no puedo esperar a que mis orejas
solo sirvan para dejar los anteojos
o que mi voz
suene como a un tren en reparaciones.
Son otros
los que llevan el ritmo
y se trepan a los edificios
a los aviones
a cuerpos usados
a bocas insolentes
los que viven la vida que morirá
en la cama hirviente
de una mirada
que no quiere ser sincera
yo no tengo tiempo
para dejarme morir en un catre
luego de haber bailado en tus lluvias
yo quiero
si he de morir
enterrarme
en la curva que deja tu espalda
cuando yo apenas sea una cruz
inmóvil en la pared de un hospital
y esos otros muertos
batan palmas y sacudan sus partes
y trepen sus balcones
sus musas cojas y desdentadas.
Yo no tengo tiempo
para perderme en una mujer nueva
yo solo tengo un reloj
una mirada asesina
un breve cielo despejado
y dos pastillas azules
para amarte a poto pelado.

viernes, mayo 23, 2014

Mis amigas

Me propone viajes que haremos cuando la piel se nos caiga de a poco. Cuando me dice que me llama, no me llama, y cuando no espero que me llame, me llama. Me pide, exige, que cambie la dieta. Me mira en silencio y no me cree. Le da otra vuelta a mi palabreo y me deja mudo. Cada vez que intento nuevo temas, me corrige con la cara imperturbable. Me habla cuando no estoy y cocina que da gusto. Se siente si no le pregunto cómo va la cosa. Dice que estoy mucho mejor ahora, que antes parecía un nerd. Me regala invitaciones a almorzar, con largas tardes de vino y recuerdos. Que no coma tanta sal y atenti con el whisky. Suele saber de mí cuando ni yo sé. Al borde del llanto, pero digna, me narra lo que le duele. Desaparece cada cierto rato y siempre vuelve más bonita. Se ríe de mí con toda propiedad. Me demoré un rato en dejar de extrañarla y cuando pude, puso una bandera en el patio. Me reta con sobriedad y yo agacho el moño. Sabe que la echo de menos entre 6 y 9, y solo le importa lo justo. Es linda cada mañana. Me cuida de los malos hábitos. Sabe de memoria quien soy y no acepta despistes. Antes de antes ya sabía que nos acompañaríamos hasta los deshielos. Me tironea sin sutilezas cuando me subo al pedestal. Nunca es más evidente que cuando se enoja. Más alguna vez nos supimos solos y no dijimos nada. Más de alguna vez nos supimos cerca y abrimos los brazos. No se rinde ni se detiene. Me quiere como a un hermano. No sé qué vendrá, ni cuando, pero sé que estarán ahí.

lunes, mayo 19, 2014

My Way



Eres más importante que mis maneras, dije y lo supuse cierto. Así dejé que el tiempo transcurriera, sabiendo que circulaba a tientas por los vagones del tren equivocado. Uno se cree que los sueños no dañan ni embrutecen, y que por angas o por mangas es posible mirarse al espejo sin ser visto. Uno se cree que el empeño lo conquista todo y así adormece los sentidos. Y que debajo de la vida hay otra vida que espera no se le pudra el paraíso. Vaya forma de mirarse los pies con ojos de vidrio. Qué manera de poner tilde en cuaderno ajeno. Sin embargo, esas, las maneras, cual pájaros ciegos, de tanto volar por debajo de las evidencias mutaron en límites, en fronteras insalvables. Y, por cierto, hay un límite en esto de amar y amarte. Uno que de tanto ir se hizo elástico y resbaladizo. No digo que no lo vi. Digo que incluso le toqué el corazón. Digo, además, que lo desmalecé inútilmente. Y lo vi retorcerse en mis manos y lo vi voluble cada vez que se me iba una letra en tu nombre. Es verdad, eres más importante que mis maneras, pero mis maneras no son más importantes que yo. Ese es el borde del abismo, y lo vi acercarse con el puñal en la boca y una sonrisa distante a ver como se desmigaba mi ya flaca ilusión. Y heme aquí, viajando entre mis fantasmas y muriéndome de pena por un rato. Aún asi cargo a mis ángeles con la certeza de ponerlos a volar en el momento menos pensado. Aquí en la sinapsis entre lo que ruge mi cabeza y murmura mi corazón, haciendo que esta soledad, mi soledad, mi límite, que fue también mi error, mi mal sueño, mi mal querer, traiga la poca luz que quedó, para que me ilumine la casa.

jueves, enero 23, 2014

Superheroe



Yo pintaba para héroe
pero
las cosas de la vida
que se yo
la puerta equivocada
la no hora no señalada
el paso cambiado
y heme aquí
con
el agua hasta el cogote
y los calzoncillos
con el elástico vencido.

martes, noviembre 05, 2013

Polcura, la lluvia y Mena



En Polcura era la cosa. Hubo que tomar un ramal en Monte Aguila con locomotora a vapor. Las cenizas entraban por la ventana. Yo no quería ir, pero, con sigilo y algo de cobardía, mis padres decidieron que tenía que ir. Ellos, mis padres, me habían informado días antes que se separaban. En realidad fue mi padre, mi Mamá lo obligó, supongo, a hacerse cargo de su decisión (era de él, mi Mamá no es de las que se separan). Yo prefería quedarme en Santiago a lamerme las heridas con otros tan heridos como yo, pero no hubo caso. A los 15 uno obedece y putea en silencio. En Polcura era la cosa y hube de sumarme al entusiasmo, sin entusiasmo, de mis compañeros de tropa. La Rupanque era mi tropa. Una con tradición, pero ya estaba en los descuentos con un montón de scouts de poca monta, yo entre ellos. Lo que le mantenía cierto  prestigio era nuestro jefe, Pancho Mena. Pancho era la tropa viva. La estirpe de un scout hecho de madera nativa. Un tipo al que admiraba (nunca se lo dije). La cosa era en Polcura y yo andaba con el habla y los empeños por el suelo. No tenía el más mínimo asomo de sonrisa y todo se me hacía cuesta arriba. Lo peor  era escuchar el sinfín de consejos sobre que hacer o no hacer. Los padres de Carlos se separaron, está mal, apóyenlo,  les dijeron. Así no más, sin que supieran lo que era el pecado, los mandataron como confesores. Mena, que sabía lo mío, me miraba a la distancia sin decir esta boca es mía. Me habían enviado a cargo de un primo mayor. Nunca supe para qué ni menos le vi asomar la nariz por donde yo me andaba. Fui insoportable para todo aquel que merodeara mis lados. Mena parece que estaba al acecho. Pancho tiene cierta sabiduría que viene con su manera de caminar. La cosa es que luego de diez días de infame campamento, ya nadie me tragaba y viceversa. Un martes, o tal vez un jueves de madrugada, la lluvia se largó como si  hubiese que  competirle a Noé. Después de refugiarnos en unas cabañas junto con las guías (rama femenina del escoutismo), entre las que estaba la Pilar, hermana de Pancho, con su cara de niña inocente, a Mena se le ocurrió salir a jugar algo así como una mezcla entre fútbol y rugby bajo la lluvia. Como casi todos los días, me negué a participar, ese fue el “sanseacabó”. Pancho, que me pareció fuera de si, pero que en realidad estaba en pleno control, me sacudió sin remilgos y me lo largó: Vas a jugar ese juego aunque sea lo último que haga en mi vida. Así sin trepidar me soltó su rabia, su frustración o su desprecio, vaya uno a saber. No me quedó otra que jugar. A los 15 uno obedece y putea en silencio. Le pegué a todo lo que pasó a menos de un metro de mí y recibí de vuelta desde miles de kilómetros, y lloré. Lloré mientras corría detrás de la pelota. Nadie me vio. Llovía y pude camuflarme. Salvo Mena, él me vio y cuando terminó el partido me abrazó. Cuando volví a la solemnidad de mis Padres, llevé conmigo a Mena, a Pancho Mena, el único que logró sacarme la rabia, la frustración y el desprecio.