lunes, abril 14, 2008

Carta confesional sobre el miedo

Tengo miedo, miedo de todo lo que no puedo decir en voz alta. Miedo de aparecer y parecer. Miedo de lo fue y será. Miedo de la madurez, palabra inútil pero voraz. Miedo de no poder colarme en la fiesta de la vida, y tener que convivir con alegrías entrecortadas, con amarguras mutiladas. Miedo a malherir el pedazo grande del trozo de felicidad que me tocó cuando me largaron a vivir. Tengo miedo de titubear cuando de mi se espera un discurso macizo. Miedo de ustedes, los que de mi dependen. Miedo de la que tanto amo hoy, sin saber si me amará mañana. Miedo de no poder recuperar los dolores que dejé en otros corazones. Miedo de soñar con el deber de arrimar a este lado de mi todo lo que otras tantas tiré por la borda. Miedo de no encontrar los rastrojos de las veces que odie, para lavarles los pies. Miedo de salvarme sólo yo. Miedo de perderme sólo yo. Miedo de haberlo intentado y saber que no pude. Miedo de haber soñado de más y vivir de menos. Miedo de las demasiadas veces que elegí la menta en vez de la caluga. Miedo del remedo de valiente que fui en la mitad de la cobardía. Miedo de sentir que me vendrán los días vacíos y no tendré la firmeza para llenarlos de buenos augurios. Miedo de todos ustedes, los que quiero y no. Miedo de todo el dolor que pasó por mis manos, sin que me quemara el alma. Miedo de lo mucho que insulté sin cuidarme de herir. Miedo de olvidar que pasé raspando la muerte y no fue casualidad. Miedo de ti que me miras como se mira al rencor. Miedo del futuro, no como un estigma escrito en piedra, sino como un deber inmanejable, como un puente colgante en medio de una pesadilla. Miedo de cada paso que daré en falso, o sea casi todos. Miedo de reencarnarme en milico, en cura, en cajero, en acólito, en ordenanza, en cobrador de peaje, en enfermero de la posta central, en vendedor de pasta base, en contralor de la república. Miedo mayor de reencarnarme en mi. Miedo de ceder ante el miedo y abandonarme a pelar el ajo. Miedo al miedo de perderme el amor de mis hijos. Miedo al temor poca cosa del que no quiere levantar el día. Miedo al pavor que le dedicas al no dejarte llevar por la debilidad. Miedo a esperar que me ames mientras yo espero amarte. Miedo a que me falte tiempo para tropezar mil veces con la misma piedra. Miedo a poner más derrotas que triunfos en tus fracasos. Miedo de que el cielo se nos caiga a pedazos. Miedo de creer que serías capaz de olvidar que te quise. Miedo de los que se odian sin tapujos. Miedo de los que se aman sin oportunidades. Miedo de los que gobiernan y de los que desgobiernan. Miedo de los que murmuran y de los que gritan. Miedo de los que alborotan y de los que llaman a la comunión, aunque de estos últimos más bien desconfío. Miedo de los que se traen algo entre manos y de los que se las traen vacías pero rubicundas. Miedo del miedo que da conocer sólo una parte del guión de lo vivido. Miedo a arder sin que nos duela y salir incólumes a zanjar las diferencias. Miedo de la ironía y su miseria. Miedo a sonreír cuando de pena se trate el negocio. Miedo a que me des la mano y sientas como a veces transito desencantado por tu vereda sin que lo sospeches. Miedo a que un día cualquiera, un Martes por ejemplo, tú ya no estés y todo lo que soy, y todos los lugares de donde vengo, y todos los miedos que arrastro conmigo no tengan sepultura y me vea con el miedo adherido a la espalda, como un demonio inmortal.

7 comentarios:

Ana María Vilchez dijo...

Carlos, agradezco el haberse detenido en mi poesía en el blog de elecciones afectivas.

Ciertamente, ese poema el cual usted encuentra notable, me ha dado muchas satisfacciones. Los lectores o auditores se lo aprenden, luego me ubican y me lo repiten...

Con eso me basta para ser feliz!!


Saludos.

Carlos Bennett dijo...

la felicidad puede tan simple

kany dijo...

Que acto de valentía fue tamaña confesión.
besos,dear

jennbot dijo...

me encuentro totalmente identificada con tu declaracion..

..muy buen blog!

Anónimo dijo...

Todo un crack padrino.
¿Yo? Estoy mejorando. De a poco, pero mejorando.
Saludos

Anónimo dijo...

Quedé impactado con este escrito-confesión tuyo. La razón es simple: aunque suene extraño, por la diferencia de experiencias que nos separa, me pasa lo mismo. Y por eso quizás llegaste a enterarte de que yo estaba "mal". Porque también siento esos miedos. Sobre todo ese miedo al futuro como un deber inmanejable (tan bien que lo describiste). Me sentí reflejado en muchas líneas de esta partitura, aunque distinto a ti, me pasa que tengo miedo a "haber soñado menos y vivir de más".

De todas formas, te comento que estoy mejorando. De a poco, pero mejorando.

Un abrazo.

Carlos Bennett dijo...

me alegra en el alma saber que ya vas recuperando la confianza.
un abrazo fuerte de tu padrino.