Hacía frío, lo cual no era razón para dirigirle la palabra, pero hacía una semana que ya no me hablaba. En realidad no era frío en el sentido exacto del concepto, así que por decir algo traté de explicarle que lo que había era ausencia de calor, lo que provocó en Ella algo que se me antojó fastidio. Yo mantuve la calma. Siempre mantengo la calma cuando la gente no entiende temas complejos. Estoy convencido de que la pérdida de control no ayuda a expresar las ideas. Así que insistí con toda la paciencia adquirida en mis años de docencia en que el frío no existe, ya que la física demuestra que no existe un punto universal que divida la idea de frío o calor. Fue en ese instante cuando me miró con ese frío en la mirada que desnudó toda mi ignorancia en materia de emociones y no tuve más remedio que tratar de recuperar el silencio inicial, pero no se pudo – ya era tarde – Ella dio comienzo a una frenética diatriba sobre la bipolaridad, sobre mi tendencia a disociar, sobre mi nula capacidad para ponerme en el lugar del otro, sobre mi carencia absoluta de vida más allá de lo académico.
No se bien qué pasó, ni en que momento se alteró mi sagrada contemplación. Ahora, entre mis brazos yace su cuerpo en ausencia total de calor y por mis manos estila una sangre cálida que me cala los huesos.
martes, agosto 26, 2008
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3 comentarios:
mientras la sangre suya, querido carlos...mientras su sangre siga caliente, aún hay esperanzas.
pd: tengo 2 orejas pa escuchar...y me gusta el vanilla latte venti de starbucks...pasando el dato.
se me paran los pelos!
Al fin y al cabo perdió el control.
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