Yo te miraba invadido por la sangre que se me trepaba por todos lados sin que pudiera evitarlo. Aún no conocía el vértigo de la carne trémula, ni sabía como era que me tiritaba toda la suma de mis años. Me perdí en el anhelo de tus ojos. Me cobijé en el sueño de tus besos. Gasté lo mejor de mis ganas frente a tus ojos en blanco y negro. Defendí a fuerza de codazos mi derecho a mirarte. Postergué mi entrada a la soberbia de la sexualidad evidente. Definitivamente mis primeros esbozos fueron contigo.
Y tú sólo brincabas, distante y absoluta, a vista y paciencia de mi niñez en ebullición. Pervivo con las ganas de robarte algunos años, o unas horas, o un pellizco de algún día largo como esta esperanza incubada desde cuando mis huesos aún no dolían.
Esto bien puede ser una torpeza, pero que más da, un deseo no cumplido es como un día sin sufrir, queda suspendido en el aire esperando mejores vientos.
*bailarina de Música Libre
jueves, octubre 07, 2004
Suscribirse a:
Comentarios de la entrada (Atom)
No hay comentarios.:
Publicar un comentario