jueves, noviembre 20, 2008

Viene mi día celeste

¿Por qué a ti?, preguntaban,¿y por qué a mi no?. ¿Soy acaso un elegido, un objeto perenne al que nada ni nadie toca?. ¿O debía ser otro? ¿El de la casa de al lado por ejemplo?. Así me narraba Nelson su reacción hace unas semanas cuando le preguntaba por el cáncer que casi se lo lleva hace unas décadas. Hoy, luego de una maratón telefónica, para saber de su salud después de que su corazón se pusiera en pie de guerra y lo tumbara a mirar el techo de una clínica, se me treparon esas palabras con la misma convicción que había en la mirada de Nelson en esa ocasión, y me queda la certeza de que en esta pasada las respuestas serán probablemente las mismas. Es que Nelson, vulgo el Schwenke para muchos, mira la vida de frente. Así enfrentó los oscuros tiempos de la represión, convencido de que el cáncer que asolaba a la sociedad chilena en dictadura, era más importante que su propia enfermedad y tal vez por eso le dobló la mano. ¿Será otra vez el destino que pone a Nelson frente a frente con su lucha y la lucha de esta sociedad actual al borde del infarto, del colapso en que nos tiene este maldito "estilo de vida"?. No es que trate de buscar un heroismo espúreo en Nelson, él sabe mejor que yo que no va por ahí la cosa, pero al menos para mi Nelson - o su obra si prefieren - siempre ha sido un referente. Y es que en este caso es difícil separar la obra del artista, porque la consecuencia de sus dichos, de sus canciones se funde plenamente con su forma de andar la vida. ¿Será que otra vez necesitaremos que Nelson - y por supuesto Marcelo - sea el faro que tenga la palabra justa en el momento justo?.
Yo espero la mañana como todos, en eso consiste, en no querer privilegios ni andar por los meandros de la vida como un dios con mal aliento. Esta es la confesión que da cuerpo al discurso de Nelson. Porque aún cuando no se sepa bien en donde está el final y no se distinga el pan de ayer, la verdad se nos asomará sin pudor en cada rincón. Y en cada momento, en cada acto quedará la ternura puesta al servicio de esas vidas mínimas que no saben cuando partirán de aquí.
Nelson nos dice que este día será igual al de ayer, pero que, a pesar de todo, nuestra estrella tiene que seguir ardiendo, porque a pesar de las huertas que hayan fallecido en nuestro patio tendremos de vuelta la misma esperanza y entonces habrá que hacerse de nuevo cada día.
No dejarse llevar, que no se nos pegue la desidia, que por mucho que nuestros pies no sepan donde ni en que puerta golpearán, para pedir algún empleo, sigamos despertando cada mañana como un río que, aún cansado, se hace mar. Que aunque estemos abandonados en la última parada, los ríos siempre vuelven acompañados de un sol que viene a buscarnos con el odio arrepentido del que quiere reparar el daño sempiterno.
Yo sé que a Nelson le deben haber puesto falores que siempre encienden. Yo pervivo en la certeza de que el camino entre el nicho y la cesárea es lo que nos hace estar vivos a la espera de que se abran las grandes alamedas, y que este cantor venido de allá en el sur seguirá bajando a dejarnos el sueño de la fiel moraleja que enseña y que deja, que ahuyenta y corrije dolores y angustias por lo despreciable y descartable. Yo sé que estos días sin luna, donde ha sido necesario alzarse contra el bendito enemigo que nos ha hecho firmes, mutarán, una vez más, en un día celeste. Porque cuando el golpe no hace más que endurecer a este músculo que sólo quiere responder, vienen entonces estas ansias de andar de la mano con el que quiera llegar.

lunes, noviembre 17, 2008

lo sé

Lo intentaron
lo sé
y fue de frente
con la boca quieta.
El labio pétreo
no fue cierto,
eso pareció
pero fue
mi mirada huidiza.
Por eso
pareció un modigliani
una estela invisible
que no me soltó
ni el habla.
Lo intentaron
lo sé.
Yo sé
que lo intentaron.

miércoles, noviembre 05, 2008

REFLEXIÓN/CARTA PARA UNA AMIGA BRILLANTE Y BRILLOSA

Que decir?. Que el descampado que se interpone entre tratar de mutar ciertas nociones atávicas en el ser macho, frente al sacudón de solapas que nos ha traído la razón de ser mujer hecha corazón y vientre, se ha vuelto un derrotero plagado de despistes, aún cuando lleno de franquezas (gracias Benedetti). Decir que la certeza, esa que era la piedra angular hasta hace poco, hoy es apenas un murmullo que pervive sin mucho más que tibias ganas. Decir también que no sé muy bien por donde entrarle a cierta manera de ser hembra que me tiene con la boca seca y desandando los meandros que me trajeron hasta aquí. Decir que ser lo que soy – hombre, macho, padre, hijo y espíritu poco santo, a mucha honra – no es un martirio, ni menos un deseo inexplicable. Es, que duda cabe, un fruto para lucir en la puerta de la casa. Empero, de un tiempo a esta parte la orden del día es andar rumiando una suerte de culpa, vaya uno a saber porque. ¿Será que en parte ser hombre no está de moda?, y no lo digo desde el rencor, menos desde la envidia. Lo digo desde la profunda incertidumbre que me causa esta urgencia de construir una relación con el género femenino, ya no desde las alzaprimas que nos heredaron nuestras madres (nuestros padres hicieron bien poco), sino desde el vientre – palabra fundacional – que parió a nuestros hijos, o más complejo aún desde el vientre que parirá a nuestros nietos. No es fácil desembarcar en estas tierras intrépidas que se mueven constantemente.
De acuerdo no lo hemos hecho bien, pero como no puedo responder por los demás me hago cargo de mis errores, de mis malas horas, de mis estúpidas epifanías. En esto de ser, la mayoría de las veces uno anda a tientas y pretender que, junto con simplemente ser, uno logre empalmar con cada puzzle que se pone por delante es esperar mucho de un humilde servidor.
Andar la vida ya es en si mismo un no-posible cuando se impone como un deber, como un carta de navegación escrita en piedra. Resulta que los que llegamos para vivir en la medida que la vida nos propone – entendiendo que la vida se cruza con la de otros – estamos al borde del colapso perenne, porque la reivindicación del otro se atraviesa en cada esquina y se hace imposible eludir cada paso, cada beso puesto a prueba, y si ese otro es mujer, madre, hija, compañera, el tranco se ha vuelto una carrera de obstáculos donde las pistas no existen; hay que buscarlas en corazones a veces duros, a veces sin regreso.
No es esto una carta de ajuste, es el grito de uno que se tortura para dar con el dialecto hecho sangre que me permita diluir el arrepentimiento pues no tengo culpa, hasta poder encontrar ese pasadizo que la historia nos ha puesto por delante y reclamar el lugar donde dejar la vida esperando el justo descanso. Porque no reniego de lo que soy, quiero que bajo estos pies podamos seguir juntos enhebrando la celebración de estar vivos.